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ODA NOBUNAGA Y LOS JESUITAS.

ODA NOBUNAGA

 

Oda Nobunaga (1534-1582) fue el primer daimyo que inició el proceso unificador de Japón. Era hijo de Oda Nobuhide (1510-1551), “señor de la guerra” del periodo “Sengoku Jidai” y señor del castillo de Nagoya, que a su muerte le sucederá y será ayudado por su tío Oda Nobumitsu, que sería asesinado en 1556, y que le ayudó a aumentar sus dominios. Oda se enfrentó a una parte de su clan familiar, al creer que estaban urdiendo un complot contra él, haciendo asesinar a su hermano Oda Nobuyuki.

 

Derrotó en 1560  a Imagawa Yoshimoto, que junto a Ii Naohira emprendieron la conquista de la provincia de Owari, con la intención de llegar a Kioto para vencer al shôgun Ashikaga, interponiéndose en su camino un joven Oda Nobunaga con un ejército 12 veces inferior y derrotándoles, terminando con todas las ambiciones del clan de Imagawa y suponiendo el ascenso de Nobunaga.

 

Dos años después firma una alianza con Matsudaira Motoyasu (futuro Tokugawa Ieyasu), siguiendo sus conquistas y colocando a su hijo Oda Nobutaka en la provincia de Ise y a su hermano en la dirección de la provincia de Mino.

 

Los templos budistas fueron una de las fuerzas que dominaron la vida política, económica y militar en Japón durante los periodos Kamakura (1185-1333) y Muromachi (1333-1568). Nobunaga dirigió su acción militar en 1571 hacia el monasterio Enryakuji, ya que su ejército de monjes guerreros frustró que Oda exterminara a los Asakura y Asai. Oda no tuvo piedad destruyendo el monasterio y masacrando a sus ocupantes. Estas revueltas se llaman “Ikkoto-no-ran”.

 

Takeda Shingen marchó en 1572 desde sus dominios hacia la frontera de Mikawa, en dirección de Kioto, derrotando a Motoyasu en la batalla de Mikatagahara, pero consiguió defenderse en su castillo de Hamamatsu y obligar a Shingen a retirarse a Kai, donde en abril del año siguiente moriría a causa de una enfermedad. Ese mismo año Oda Nobunaga desalojó de Kioto al shôgun Ashikaga Yoshiaki, que huyó a Chugoku, dominio de los Môri, aunque no dejaría de conspirar contra Nobunaga.

 

Sin embargo el año en que Oda Nobunaga luchó a vida o muerte fue en 1575 con motivo de la batalla de Nagashino, en Mikawa, que luchó hasta acabar con el más célebre cuerpo de caballería de la época, el del clan Takeda.

 

Esta gran batalla que tuvo lugar el 29 de junio fue muy importante dentro de su dramatismo por los efectos bélicos de los adelantos tecnológicos.

 

Esta batalla es el resultado final del asedio del castillo de Nagashino, Hôrai-chô, en la actual prefectura de Achi. En el asedio del castillo de Nagashino, defendido por solo 500 samurais de Tokugawa, ocurrió un hecho heroico, protagonizado por el samurai Torii Sune´emon que escapó nadando a través del foso que rodeaba el castillo, asediado por las fuerzas de Takeda, para llevar un mensaje a Oda Nobunaga y Tokugawa Ieyasu y explicar la situación límite de los resistentes y pedir ayuda. Fue capturado al intentar regresar al castillo y los Takeda pactaron con él que salvaría su vida si les conminaba a su rendición porque no habría ayuda exterior. Torii cuando estuvo delante de los muros de la fortaleza gritó a sus compañeros que resistieran, que las fuerzas de Ieyasu llegarían inmediatamente, siendo allí mismo ejecutado frente a sus muros.

 

En ella se enfrentaron las armas de Oda Nobunaga y de su aliado Tokugawa Ieyasu con cerca de 40.000 hombres, contra las fuerzas de Takeda Katsuyori, sitiando el castillo de Nagashino, muy bien construido y situado para que su defensa fuera prolongada, aunque su único punto débil era el abastecimiento.

 

Oda Nobunaga hizo uso por primera vez de tropas "teppo-ashigaru" (arcabuceros), una fuerza temible contra los samurais a caballo que sólo disponían de espadas y de arcos.

 

Oda Nobunaga colocó a su ejército de forma que los Takeda se vieran obligados a cruzar dos ríos para alcanzar su frente, después erigió empalizadas que protegieran a los arcabuceros, aunque muchos llevaban lanzas cortas. 

 

Los colocó en 3 líneas de 1.000 hombres en cada una y una avanzadilla fuera de las empalizadas para conducir a Takeda Katsuyori hacia él, así anulaba la caballería y sus samurais atacarían al resto del enemigo hasta aniquilarlos, bien a pie o a caballo.

 

Los arqueros participaban también en las escaramuzas y en primera línea de fuego, donde se encargaban de llenar los huecos abiertos con el fuego de los arcabuces.

 

Las fortificaciones de campaña jugaron un papel decisivo en la batalla de Nagashino.

 

Sakai Kadatsuga atacó el campamento Takeda  la noche del 28 de junio con 3.000 hombres, en el ataque murió Takeda Nobuzane, uno de los jefes del ejército y tío de Katsuyori.

 

Takeda Katsuyori  al amanecer del día 29 de junio atacó a las líneas de Oda Nobunaga con la caballería, respondiendo los arcabuceros con los disparos de arcabuces que acabó con las cargas de caballería, siendo rematados por los samurais de Oda Nobunaga. Siguieron los ataques hasta el mediodía en que ya el obstinado Takeda Katsuyori se dio cuenta de la pérdida de la batalla y ordenó la retirada. Takeda Katsuyori se suicidó el día 3 de abril de 1582 y su muerte puso fin al gran clan de los Takeda. hacia las conquistas y la dictadura.

 

Nobunaga decide construir hacia 1575 el gran castillo de Azuchi de carácter no solo defensivo sino también palaciego, con una gran torre de homenaje “tenshu-kaku”, en el que emplearía los mejores carpinteros de Nara, Kyoto y Sakai, destacando Okabe Mataemon, siendo el célebre pintor Kano Eitoku (1543-1590) quien decoró el interior del castillo, cuyo proyecto se debe a Kimura Jirozaemon, con claras influencias de la arquitectura jesuítica, que construyeron dentro del emplazamiento del castillo de Azuchi una magna iglesia. El castillo desapareció bajo las llamas a la muerte de Oda, pero de su magnificencia dejó escritos Lois Frois, que acompañó en 1581 a Valignano en su visita, invitado por Oda Nobunaga, que le entregó una pintura realizada por Eitoku en un biombo que representaba el castillo de Azuchi, pintura que entregada a Valignano le fue llevada a Roma y entregada al Papa Gregorio XII como regalo de la embajada enviada a Europa, y cuyo paradero se desconoce actualmente.

 

Al morir en 1578 Uesugi Kenshin, pudo adueñarse de una parte importante de su dominio, luchar contra los Môri y derrotar a Takeda Katsuyori en 1582. La corte le eleva a la categoría de shogun, tercera jerarquía en la nobleza. La guerra continuó en las tierras de Shikoku.

 

El ejército de Mitsuhide de unos 13.000 hombres llegó a Kioto al amanecer del 21 de junio de 1582, y cercó los alrededores del templo Honnôji. Nobunaga y sus leales creyeron que una riña había estallado entre los plebeyos fuera del templo, pero al verse rodeados por los arqueros de Mitsuhide les hicieron temblar violentamente. Nobunaga se vio perdido pero desconocía al traidor, su capitán Ranmaru le indicó que parecía ser Akechi Mitsuhide. Nobunaga luchó de acuerdo con los cánones de valentía que él había impuesto siempre a los demás. Agarró un arco y después una naginata, realizando una defensa valiente pero desesperada, Nobunaga se refugió herido y se suicidó haciéndose el seppuku en una habitación trasera del Honnôji en llamas.

 

Los soldados de Mitsuhide buscaron al hijo de Nobunaga, Oda Nobutada, que estaba viviendo en el Myôkakuji, otro templo en Kioto. Tras saber de la traición de Mitsuhide y el seppuku de su padre, Nobutada decidió no huir sino aguardar el ataque de Mitsuhide en el palacio de Nijô -la residencia del Príncipe de la Corona  Sanehito - que estaba mucho mejor fortificado que el Myôkakuji. Nobutada y sus leales no eran ningún oponente para el enorme número de gente y de armas de fuego de Mitsuhide. Nobutada no quería que lo que quedase de su cuerpo cayera en manos de Mitsuhide así que después de cometer seppuku, sus restos fueron escondidos y se quemaron bajo el entablado de la galería de palacio. 

Toyohara Chikanobu (1838-1912)     

Oda Nobunaga y Yasuda Sakubei en la noche del ataque al templo Hon´noji.

“Álbum de Historias Educativas” Kyoiku Rekishi Gafu.

Publicado por Fukuda Kumagiro,

Meiji 31=1898.

 

ODA NOBUNAGA Y LOS JESUITAS. 

 

El retrato de Oda Nobunaga que nos ha sido legado en los libros de historia es el de amigo y benefactor de los misioneros cristianos en general y de los jesuitas en particular. Su imagen gráfica es la pintura  “Retrato de Oda Nobunaga”, realizada en un rollo manual, fechado en 1583 del Museo de la Ciudad de Kobe.

 

El jesuita portugués Luis Frois (1532-1597), autor de la “Historia de Japón”(1594) y de numerosa correspondencia, es quizás el cronista occidental que más ha contribuido a crear la imagen de Oda Nobunaga, que le recibió en audiencia en Kioto en 1569, concediéndole tiempo después un documento shuin que le permitió moverse y predicar libremente por sus territorios. Ese mismo año fue invitado a visitar, donde fue agasajado, el castillo de Gifu.

 

Francisco Cabral (1529-1609) también jesuita y portugués, cabeza de la misión japonesa por aquel tiempo, visitó a Nobunaga en 1572 y 1574 obteniendo del dictador cuantiosa ayuda económica para levantar la iglesia de Kioto que se construyó entre 1576 y 1577. Además en 1580 les donó una parcela para su asentamiento en Azuchi.

El porqué Nobunaga apoyó a los jesuitas -es incuestionable que lo hizo incondicionalmente- quizás tenga explicación en el odio que profesaba a las sectas de monjes guerreros con los que combatió en diversos episodios sangrientos. Los jesuitas lo consideraban el azote de la justicia divina, elegido para acabar con el mayor enemigo de la religión católica, el budismo violento. Esto le hizo parecer que como incondicional de los jesuitas: “Parece que Dios ha escogido a este hombre para preparar y limpiar el camino para nuestra ley sagrada - sin ser él consciente de lo que está haciendo - no sólo  por la poca estima y el abandono de los Cámis (deidades que rigen las fuerzas de la naturaleza) y los Fottoqués (ídolos), a los que los japoneses son muy devotos, sino también porque él es un enemigo cruel y un perseguidor de los bonzos”. Luis Frois recoge en sus cartas estos comentarios, pero no podemos olvidar que uno de los principales motivos de este enfrentamiento entre Oda y las sectas es el de acabar con el gran poder económico, territorial y militar que tenían, cuya eliminación era imprescindible en cualquier intento unificador de Japón. Esta enemistad compartida por Oda y los jesuitas hacia los budistas les hizo aliados naturales. El problema de Oda radicaba en combatir las sectas militarizadas del budismo institucional y el poder de sus monasterios, auténticas fortalezas, mientras los jesuitas lucharon contra el budismo como religión antagónica.

 

Aunque los misioneros hubieran deseado que Dios recompensase a Nobunaga iluminándolo con la fe sagrada, la verdad es que el Señor de la Guerra escuchó con curiosidad las enseñanzas pero nunca las siguió y menos las practicó.

 

Frois tuvo que admitir que “aunque Nobunaga tenía muy buenas cualidades innatas, no obstante carecía de la más importante, que era conocer a Dios”. Nobunaga también escuchó al Padre Organtino, que interesado por su largo viaje y admirado le dijo que “los Padres no emprenderían tal viaje si no fueran hombres de un enorme valor y de nervios de acero”, para añadir “Ustedes se superaron a sí mismos a través de tantos peligros y han viajado por tantos mares peligrosos que o bien ustedes son unos ladrones de hasta las cosas negativas o la cuestión que ustedes predican es muy importante”. Queda claro que siempre consideró a los jesuitas hombres de mucha más integridad moral que a los monjes budistas que combatió y quemó sus templos.

 

Se ha querido ver que Oda usó los servicios de daimyô cristianos en el cerco del Honganji, que defendieron los monjes budistas de la secta de la Tierra Pura y Verdadera, debido a la hostilidad que como cristianos tenían. Esos daimyô cristianos eran Joao Yûki de Okayama, Sancho Sanga Yoriteru de Sanga, Simeâo Ikeda Norimasa de Wakae y el daimyô de mayor influencia en la zona y dueño del castillo de Takatsuki, Justo Takayama Ukon. No parece que hubiera un frente único en este aspecto, a pesar de que los misioneros y algunos generales como Araki Murashige, habían presentado a los vasallos cristianos fieles e incapaces de levantarse y traicionar a su señor, cuando meses después el propio Araki se levantó contra Oda Nobunaga.

 

La Crisis de Araki, así se llama a un episodio sangriento que involucró tanto a Oda Nobunaga como a daimyô cristianos y jesuitas, empezó en noviembre de 1578, cuando Araki Murashige se volvió contra Oda y se alió con sus enemigos, el clan Môri de Honshu y el Ishiyama Honganji de Osaka, cuando en el asedio anterior del templo, Araki había apoyado incondicionalmente a Oda, ahora su traición rompía el cerco y cortaba la comunicación con Hideyoshi, que estaba en campaña en Arima, poniendo en riesgo el control del Kansai y la provincia de Settsu, dominada por el castillo de Takatsuki, que defendían dos capitanes cristianos de Araki Murashige, Darío Takayama y su hijo Justo Takayama. Nobunaga no usó la fuerza para someter el castillo y a sus ocupantes, decidió que era más sutil, ya que los cristianos obedecían a sus sacerdotes, usar la fe cristiana como una fuerza más convincente, y serían los jesuitas los mediadores entre él y los capitanes cristianos, eligiendo el padre Organtino, que dirigía la misión en Kansas, para convencer a Darío Takayama y a su hijo, que si no cedían él mataría a los cristianos de la región. La situación no pudo ser mas comprometida para los jesuitas que predicaban que los siervos japoneses que habían abrazado la fe no se levantarían nunca contra su señor ¿cómo presentarse  ahora ante Oda Nobunaga, su protector? Justo Okon estaba en una posición difícil ya que había entregado como rehenes a su hijo y a su hermana a Araki, permaneciendo secuestrados, él haría lo que el padre Organtino le dijese, siempre que su decisión salvara la vida de sus familiares, que Araki no parecía resuelto a concederles la libertad, ya que eran la garantía de fidelidad de Justo Ukon, además de que su padre no estaba dispuesto a canjear su vida por la de los cristianos. 

 

Organtino pudo entrar de noche en el castillo y hablar con Justo Ukon que había encontrado la solución al conflicto y que consistió en afeitarse la cabeza, señal que en Japón significa la renuncia al mundo, refugiándose en la iglesia, dejar el castillo y su dominio a sus vasallos, de manera que ante este gesto Araki no mataría a su  hijo y hermana y Nobunaga tampoco lo haría con los cristianos. Justo Ukon era la clave de todo el conflicto y la decisión que tomó fue acertada, al abandonar de noche el castillo, acompañado por Organtino, presentándose en el campamento de Nobunaga a la mañana siguiente, siendo recibidos por él, que abandonó sus recelos y le obsequió con una gran prenda de seda, un valioso caballo y el distrito de Akutagawa, en la provincia de Settsu, haciendo que olvidara sus votos religiosos.

 

Ocho días después Nakagawa Kiyohide rindió el castillo de Ibaraki a Nobunaga, quedando neutralizada la crisis y correspondiendo Nobunaga con numerosos regalos, quiso saber si su nueva lealtad era auténtica y sitiaron el castillo de Arioka, donde estaba el padre de Justo Ukon, que había solicitado protección a Murashige, y una vez tomado el castillo sería confinado en una jaula de madera donde moriría.

 

El clan de Araki, más de 600 personas incluyendo todos los sirvientes, una vez derrotado, fue pasado a cuchillo por los samurai de Nobunaga, el terrible Señor de la Guerra.

 

Jeroen Lamers en su obra “Japonicus Tyrannus” analiza y define claramente la situación después de la crisis de Araki: La confrontación de 1578 entre Nobunaga y los jesuitas puede verse como un augurio del destierro (voluntario) de Hideyoshi y de la expulsión final de los jesuitas por Ieyasu. La crisis de Araki muestra que los Jesuitas en el Japón del siglo XVI se enfrentaron a un dilema ineludible; tuvieron que tener un compromiso político  con el daimyô Sengoku para poder disfrutar de un éxito misionero en los arrabales de un país en guerra, pero estos mismos compromisos políticos dieron a los jesuitas una responsabilidad potencial hacia la autoridad central que apareció en Japón al final del siglo XVI. Uno no puede culpar a los Jesuitas  por no haber conseguido ninguna solución pública en su difícil escapada en el otoño de 1578; después de todo, no tenían realmente elección. La única solución podría haber sido abandonar su misión japonesa: algo que era aún inconcebible para los soldados de la  “ecclesia militans” a finales de los años de 1570. Los Tokugawa les forzarían a hacerlo unos treinta y cinco años después.

 

El otro punto y final, de Oda Nobunaga y los jesuitas está en la muerte del tirano, con su suicidio (seppuku) inaceptable en el cristianismo, pero que es el final más honorable que un samurai puede tener. Oda apoyó a los jesuitas totalmente, pero la crisis de Araki y su suicidio deslegitiman un final feliz en este encuentro. 

Textos y fichas descriptivas: Nicolás Gless

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