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LOS TRES DAIMYOS CRISTIANOS

Satsuma en la punta extrema del sur de Japón, tuvo históricamente una gran independencia de los bakufu centrales. Los primeros arqueros que llegaron a sus islas fueron grandes supervivientes de los samurai, como fue el caso de Minamoto mo Tametomo. Los Shimazu junto con los Ôtomo fueron los primeros en recibir la influencia extranjera que llegó de la mano de los tres portugueses que en 1542 naufragaron en Tanegashima, una isla situada enfrente de Kyûshû, que portaban armas de fuego desconocidas en Japón, y que contribuyeron a generar un cambio radical en el concepto de la guerra. Otra influencia fundamental fue el comercio que los portugueses impulsaron, pero el cambio espiritual fue propiciado por la aparición de Francisco Javier en las costas de Kagoshima el 15 de agosto de 1549, acompañado de Cosme de Torres y Juan Fernández, navegando en un junco chino capitaneado por un pirata llamado Avan  y por alias Ladrón. También acompañaba a los jesuitas Anjirô, un perseguido de la justicia japonesa natural de Kagoshima, que huido en un barco portugués llegó a Malaca, resolvió volver para acompañar a Francisco Javier y ser su guía e intérprete. Anjirô fue el primer japonés que se hizo cristiano siendo bautizado con el nombre de Pablo de Santa Fe. 

 

Shimazu Takahisa (1514-71) hará historia por ser el primer daimyô que usó las armas de fuego en una guerra, así como en conocer el cristianismo. Anjirô visitó al daimyô, portando un pequeño retablo de la Virgen con el niño Jesús, que gustó mucho y en especial a la madre que quiso una réplica. El 29 de septiembre Shimazu Takahisa recibía a Francisco Javier en su palacio, no abrazó el cristianismo, pero sí permitió la predicación en su territorio y les donó una casita. Francisco Javier conoció y tuvo amistad con Ninhistsu, bonzo del principal templo de Kagoshima. El cristianismo tuvo gran aceptación porque muchos japoneses encontraban puntos de similitud con los postulados de la secta.

 

Francisco Javier visitó Yamaguchi, donde permaneció mes y medio, siendo recibido por el daimyô Ouchi Yoshitaka. A la audiencia asistió con el predicador Juan Fernández, fueron mal vestidos, no llevaban regalo alguno al daimyô, y cometieron el error de predicarle y leerle durante una hora, incluido el célebre pasaje de Sodoma, sin conocer su inclinación homosexual. Salió de Yamaguchi y prosiguió su recorrido por un  país frío, nevado, como en los célebres grabados de Hokusai e Hiroshige de paisajes invernales, para llegar a Kyoto y visitar al emperador, encontrando la ciudad en gran parte destruida por las guerras recientes y la corte en estado de extrema pobreza. Francisco Javier no reparó que el auténtico poder lo tenía el Shogun. Antes de concederle audiencia se le preguntó por los obsequios que entregaría en su visita. No los llevaba, al igual que hizo en la visita al daimyô de Satsuma, los dejó en el barco y ahora entendía que ningún poderoso le atendería sino le obsequiaba.

 

En Goa, antes de partir, don Pedro de Silva, gobernador de la plaza, tuvo a bien obsequiar a Francisco Javier con numerosos regalos, catalejos e incluso unos anteojos (que el daimyô usaría al momento) al igual que unas inestimables armas de fuego. Decidió volver a Yamaguchi donde estos regalos le abrieron las puertas del palacio de Ouchi Yositaka. Francisco Javier no admitió la correspondencia del daimyô con otros regalos, pero a cambio le solicitó la autorización para predicar en sus dominios, que le fue concedido.En 1557 Ouchi Yoshitaka fue asesinado por su asistente Sue Takafusa.

 

El sur de Japón conocería tres Daymio principales: Ôtomo Sôrin,Arima Harunobo y Omura Sumitada, generales como Konishi Yukinaga, innumerables samurai y ashigaru (arcabuceros) que combatieron en sus guerras bajo la bandera de la cruz. Si hubo o no un siglo cristiano en Japón es difícil de saber, pero lo que sí es cierto es que el cristianismo y las armas de fuego cambiaron definitivamente el olvidado sur, abriendo el país a Occidente, comerciando con portugueses, españoles y holandeses y cambiando su espíritu en la guerra.

 

A los daimyô les admiraba la integridad de Francisco Javier, venido de tierras lejanas que sólo les solicitaba le dejaran predicar su verdad. También es cierto que sentían gran curiosidad por los países, la cultura, los objetos lujosos y las armas europeas.

 

Uno de los acontecimientos que en la década de 1550 tuvo mayor renombre y prosperidad fue el portugués Luis de Almeida (1525-1583), que siendo cirujano arribó en Japón para realizar acuerdos comerciales, pero que en 1556 entró en la Compañía de Jesús en Yamaguchi, donando cuatro mil ducados que los jesuitas invirtieron en el comercio de la seda . Almeida fundó en Funai un hospital para enfermos que padecieran lepra o sífilis, además de un orfanato. Durante treinta años además enseñó cirugía, según los conocimientos europeos y evangelizó en Kyûshû, muriendo en Amakusa.

 

El gran interés que por estas relaciones tienes los daimyô del sur de Japón, así como por el comercio y los beneficios derivados del mismo hizo que Shimazu Takahisa escribiera una carta al Virrey de Goa en 1561 lamentando la muerte del portugués Alfonso Vaz y el pillaje y piratería en las costas: Un navío de portugueses ha venido a Mangoo (Yamagawa) que es puerto de mi reino. Pero llegaron durante una guerra, no pudiendo por ello hacerse los honores como convenía y ellos merecían. Al contrario hubo bandidos en el país que, venidos del exterior para ejercer el pillaje e ignorando que había aquí portugueses, atacaron a uno de ellos, llamado Alfonso Vaz, y lo mataron, lo que me contrarió muchísimo. Vuestra señoría me hará mucho honor escribiéndome, como yo haré con Vd. cada año. Y cuando envíe aquí portugueses o religiosos, que me traigan cartas o despachos de vuestra señoría, y yo los trataré con toda la hospitalidad y los honores que sus asuntos merecen. Estas naves que en Japón se conocían con el nombre de kurofune, eran de color negro, en primavera salían de Goa, llegando a Macao para cargar sedas de Cantón, porcelanas y otros objetos llegando al puerto de Nagasaki en junio o julio, donde descargaban la seda y los objetos preciosos para llevase plata japonesa y armas de acero a Macao en el viaje de retorno que efectuaban en noviembre. Estos barcos y sus operaciones de carba y descarga están pintados por los artistas japoneses en biombos denominados namban.

 

Gran parte de la estructura financiera de los jesuitas que llegaron en barcos portugueses al igual que la de los daimyô y las familias cristianas del sur de Japón era el comercio, sobre todo el de la seda traída de China, embarcada en Macao y desembarcada en Nagasaki, y que llegaba en las carracas portuguesas o bien en los galeones españoles del comercio de Filipinas con Acapulco. Alessandro Valignano llegó a acuerdos sutanciosos con el concejo de Macao para comerciar con seda, teniendo en cuenta que un fardo comprado en China valía 90 ducados, vendiéndose en Japón en 140. Todo no eran ganancias, había que descontar fletes e impuestos y sobre todo con la pérdida de galeones y cargamentos, como sucedió, solo por poner un ejemplo con la carraca que naufragó en 1582, suceso en el que se perdieron doscientos mil ducados, de los que ocho mil eran de los jesuitas.

 

La demanda de la seda era muy alta, al igual que los beneficios, de ahí la disputa por que las nao do trato llegaran a sus puertos, ya que los daimyô cobraban el diez por ciento de comisión de salvoconducto. Ya en 1581, el propio Hideyoshi compró cuarenta y cinco mil kilos de seda bruta en Nagasaki y por supuesto hicieron que los barcos comerciales portugueses recalaran allí y el beneficio fuera a manos de las familias cristianas. No resulta extraño que tanto Hideyoshi como Ieyasu desearan controlar este comercio tan próspero.

 

Tokugawa Ieyasu manifestó deseos de impulsar el comercio exterior, para  lo que era necesaria una política amistosa con los misioneros, sin renunciar al control político que asegurara la completa lealtad al régimen Tokugawa. Intentó un acercamiento no sólo a los europeos, sino también a los comerciantes chinos para convertir el puerto de Edo en el más importante de Japón para el comercio exterior, pero españoles, ingleses y holandeses siempre mostraron su preferencia por los puertos de Kyûshû o Nagasaki.

 

Ieyasu entonces trató de asegurarse algunos monopolios como el de la seda, creando en 1604 una liga de comerciantes afincados en Kyoto, Nagasaki y Sakai.

China vendía a Japón: seda, brocados, telas lujosas, especias, medicinas, porcelanas para la ceremonia del té, cajas y jarrones, además de monedas acuñadas, ya que Japón las importaba y dependía de los troqueles de cuño chino, al no poseer una política monetaria.

 

Japón enviaba: metales como la plata, el oro o el bronce, maderas de ciprés o pawlonia, entre otras espadas de acero y otras armas, así como objetos lacados.

 

El gobierno portugués estableció una ruta oficial de Goa a Malaca, Macao y Nagasaki, estrechando lazos mercantiles con Japón.

 

La llegada a Kyoto en 1560 del jesuita Gaspar Vilela, hizo de la capital, con el apoyo de Oda Nobunaga el segundo centro de actividad cristiana, aunque la ayuda más importante recibida por los jesuitas fue además el apoyo de Ôtomo Soria, la otorgada por el daimyô Omura Sumitada que se hizo cristiano en 1562, creando el puerto de Nagasaki en 1570, permitiendo a los jesuitas la administración de la ciudad y nueve años después la construcción de una iglesia.

 

El tercer daimyô de Kyûshû que favoreció a los jesuitas fue Arima Harunobu (1567-1612), siendo conocidos como los “Tres Daimyô Cristianos”. En sus dominios llegó a haber sesenta mil cristianos. Ya el padre de Arima se manifestó benévolo con los cristianos, a fin de comerciar con los portugueses, convirtiéndose Arima en 1579 al cristianismo al necesitar las armas para combatir a Ryuzoji Takanobu, daimyô de Saga, al que derrotó en 1584, aliándose a los Shimazu de Satsuma. Parece ser que Arima se convirtió interesadamente pero con el tiempo resultó ser un buen cristiano convencido, que incluso con Ôtomo Sôrin y Omura Sumitada, organizó la expedición de jóvenes japoneses a Roma en 1582, dirigida por Itô Mansho (Mancio) para estudiar la religión cristiana.

 

En 1580 se fundó en Funai el Colegio Cristiano de San Pablo, de teología “Amakusa Korejiyo” que fue transferido a Yamaguchi en 1586, después a Arie en 1598 a Amakusa para finalmente establecerse en Nagasaki. Este colegio dispuso de prensa de caracteres móviles importada de Europa, que permitió imprimir las primeras obras cristianas Kirishitan-ban, en 1590.

 

El 20 de febrero de 1582 los tres daimyôs cristianos enviaron un grupo de cuatro japoneses cristianos Miguel Chikiwa, Mantio Ito, Julián Nakaura y Marino Hara, que acompañados por Alessandro Valignano, Visitador general de la Compañía de Jesús en Japón, que cruzó el <pacífico en un galeón español hacia Acapulco, para después atravesar el Atlántico y visitar a los reyes portugueses y españoles, y finalmente en Roma visitar a Gregorio XII. La crónica del viaje fue escrita por el jesuita Duarte de Sande, publicada en Macao, el libro Missione legatorum Japonensium ad Romanam Curian, rebusque in Europa, ac toto itinere animadveris Dialogus. De los obsequios que los daimyô enviaron no tenemos noticias, si de un grupo de presentes, concretamente cerámicas de Satsuma, descritas en 1896 por S. W. Bushell en el libro Oriental Ceramic Art denominadas “Las piezas papales” seleccionadas por el “Príncipe de Bungo” en 1582 junto a los jesuitas. Bushell comete el error de escribir que San Francisco Javier asistió a la selección, cuando hacía treinta años que había muerto. Extrañamente estas piezas no llegaron a salir de Japón. Si sabemos que los expediccionario regresaron con dos libros que representaban ciudades y países del mundo: Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius y Civitates Orbis Terrarum de Georg Braun y Joris Hoefnagel. Estos libros no solo mostraron a los daimyô el mundo, sino que sirvieron para crear un peculiar estilo pictórico que los japoneses denominaron namban (arte de los bárbaros del sur) sirviendo de inspiración para pintar el biombo “Mapa del Mundo y visitas de veintiocho ciudades”, de la colección imperial de Tokio y el biombo “Cuatro ciudades y extranjeros” del Museo de Kobe. En este intercambio de regalos, a Felipe II le entregaron una pintura de un Ecce Homo, realizado por un pintor de Kyoto.

 

 

Ôtomo Yoshishige (1530-1587)

 

Ôtomo Yoshishige, también llamado Ôtomo Sôrin y en la crónica jesuita Ôtomo rey de Bungo, era daimyô de Kagoshima y recibió a Francisco Javier en su castillo de Funai. Otomo sintió gran curiosidad por este viajero y misionero, por su cultura y por establecer lazos comerciales ya que era hombre refinado y le gustaban los objetos lujosos y sobre todo tenía un extremado interés por las armas de fuego, fueran arcabuces, mosquetes o cañones. El daimyô de Kagoshima no abrazó el cristianismo en la visita del predicador navarro, pero sí autorizó el cristianismo en su feudo, no sin grave disgusto de su esposa, hija de un monje sintoísta, de la finalmente se divorció en 1567, casando con una mujer que sí entendió su política de apertura religiosa, que pronto se materializó en mas de mil quinientos cristianos y en 1578 el propio Sôrin se bautizaría con el nombre de Francisco.  Envió embajadas a Goa en 1551 y 1553.

 

A los Ôtomo se les asocia además al uso del cañón portugués en una acción de ataque a la fortaleza de Moji, perteneciente a la familia Môri. En 1561 atracaron en Funai gran número de barcos portugueses que ya comerciaban con los Ôtomo desde tiempo atrás. Estos barcos eran las llamadas nao do trato que cubrían las rutas asiáticas dominadas por los portugueses y estaban artilladas para combatir fundamentalmente el acoso pirata, llevando cerca de dieciocho cañones para su defensa. Ôtomo vió en estos barcos ligeramente armados un recurso artillero para bombardear el castillo de Moji desde el mar. Estos castillos estaban bien defendidos de los ataque provenientes de armas convencionales, pero desconocían la defensa ante un fuego de balas de cañón. Incomprensiblemente los portugueses entraron en el ataque a otro daimyô vecino, pero así fue y actuaron como aliados de Sôrin  contra los Môri, destruyendo en parte el castillo y provocando una gran desmoralización en sus defensores, pero rápidamente se quedaron sin munición, teniendo que abandonar el cerco. A la desesperada y en un ataque suicida los Môri penetraron las líneas de los Ôtomo acabando con el cerco. En 1562 Ôtomo dejó a su hijo que administrara el castillo de Funai, retirándose él al de Usuki, se afeitó la cabeza y se convirtió en monje budista, adoptando el nombre de Sôrin, por el que fue conocido.

 

Al morir Shimazu Takahisa dejó cuatro hijos samurai, que dominarán el panorama bélico durante medio siglo en el sur, destacando Yohihisa (1533-1611)al que sirvieron sus tres hermanos. Ôtomo Sôrin llevaba una política de guerras y expansión territorial, y tomó el mando de un ejército de treinta y cinco mil hombres que en agosto de 1578 avanzó y atacó al clan de Tsuchimochi en la fortaleza de Agata, alertando al clan Shimazu de Satsuma de las intenciones anexionistas de los Ôtomo, que avanzó ya con cincuenta mil hombres llegando hasta el Mimigawa, dentro del territorio de los Shimazu, acampando al este del castillo de Tasajo, defendido por quinientos hombres al mando de Yamada Arinobu. Sôrin, que recordaba la experiencia del cañoneo sobre el castillo de Moji, había llevado dos grandes cañones con carga de culata, gracias a su trato con los portugueses que le proveían de armas de fuego, llegando a ponerle a uno de ellos Kunikuzushi (“Destructor de provincias”) y empezó a bombardear el castillo, creyendo equivocadamente en su rendición en breve.

 

Uno de los problemas de los asediados fue la provisión de agua, pero encontraron un manantial dentro de las murallas, el otro problema, el del asedio en sí mismo fue resuelto por Shimazu Yoshihisa al mando de treinta mil hombres que tuvo un sueño premonitorio la noche antes de la batalla, escribiendo un poema:

La hueste derrotada del enemigo

 

Es como las hojas del arce en otoño,

Flotan en el agua

Del arroyo de los Takuta.

 

Los Shimazu usaron en el combate una táctica clásica de señuelo, consistente en atacar por el centro, provocando una retirada ordenada, no entendida asi por el enemigo que entraba tras ellos, siendo atacados por los flancos por dos ejércitos preparados para tal fin. Los Ôtomo entraron en la estrategia de los Shimazu, atacados por los flancos, e incluso por Shimazu Iehisa y Yamada Arinobu que salieron del castillo y lo hicieron por la retaguardia. Fue un desastre total: tres generales asesinados, cientos de samurai y ashigaru sembraron de muertos el Mimigawa, y como hojas de arce en otoño flotan en el agua del arroyo de los Takuta los estandartes y banderas de los Ôtomo.

 

Shimazo Yoshihisa y su hermano Yoshihiro conquistarían la mayor parte del territorio de Kyûshû, perteneciente a las familias Ôtomo, Ryûzôji e Itô provocando la invasión de la región por Toyotomi Hideyoshi en 1587, al ver amenazado el equilibrio de la zona ante el avance de los Shimazu, vencerá a Yoshihiro, reduciendo sus territorios a Satsuma y Osumi y quedando vasallo de Hideyoshi, que prohibirá en 1587 el cristianismo y la secta búdica de Jôdo Shin-shû (Verdadera Tierra Pura) que fundara Shinran.Yoshihiro lucharía en Sekigahara (1600) en el ejército opuesto a Ieyasu, huyendo auque conservando sus territorios.

 

El hijo de Harunobu, Arima Naozumi (1586-1641) fue samurai, haciéndose cristiano con el nombre de Miguel, casó con una hija deadoptiva de Ieyasu, siendo hecho daimyô de Arima y hacia 1614 de Nobeoka en la provincia de Hyûga. Entre los años 1612 y 1615 renegó de su fe y persiguió a los cristianos.

Textos y fichas descriptivas: Nicolás Gless

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