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SHIMABARA: UNA REBELIÓN CRISTIANA Y CAMPESINA

La rebelión de Shimabara

Los cristianos de Kyûshû habían sido protegidos por el daimyo Arima Harunobu, pero después de la batalla de Osaka y la extinción de la familia Toyotomi en 1615, el gobierno de los Tokugawa ordenó a los daimyos que los persiguieran. Fue un proceso gradual, irregular y de intensidad variable. Matsukura Shigemasa, daimyo de Iga y Yamato, que había luchado en la campaña de Osaka, al principio permitió en sus tierras el cristianismo, pero reprendido por el shôgun Iemitsu, persiguió a los cristianos siendo responsable de la muerte de 10.000 creyentes.

Naozumi, hijo de Arima Harunobu fue trasladado a Hyuga, quedando muchos criados y campesinos allí. Después de la batalla de Sekigahara en 1600 y de la posterior ejecución del daimyo cristiano Konishi Yukinaga, sus criados, vasallos, al igual que los samurais de los daimyos y generales que perdieron la guerra, devinieron en errar y hacerse “rônin” y buscaron la oportunidad de vengarse de los Tokugawa refugiándose en las tierras próximas a Shimabara.

En la obsesión por perseguir a los cristianos Matsukura ideó un plan que consistía en atacar Luzón, la base desde la que los misioneros llegaban a Japón desde Filipinas. Al principio al gobierno Tokugawa no le disgustó la idea y el daimyo pidió bastante dinero en préstamos a los comerciantes de Nagasaki, Hirato y Sacai para adquirir numerosas armas de fuego, además de entrenar a una parte del campesinado en su manejo, pero el entramado comercial, en gran medida soportado por extranjeros, en gran parte cristianos, hizo que el bakufu no viera el momento propicio para este proyecto, que sin embargo sirvió para endeudar fuertemente a Matsukura, que súbitamente morirá en 1630, viéndose su hijo Katsuie seriamente amenazado por las deudas recolectando los impuestos de manera salvaje. La primavera de 1637 fue terrible y la cosecha tan mala que apareció una gran hambruna, situación que fue aprovechada por un criado, Masuda Jinbei, del desaparecido Konishi Yukinaga y que con otros vasallos de Arima Harunobu planearon un levantamiento campesino, así como la aparición de un muchacho llamado Amakusa Shirô, que los campesinos llamaron el “niño celeste” y que consideraron un apóstol salvador, fue apoyado por los rebeldes, además de que 16 campesinos fueron detenidos por rezar a Jesús, siendo ejecutados, hizo que se encendiera la chispa que explotó el polvorín de la rebelión. La multitud enfurecida empezó a matar al magistrado, para después levantarse contra los templos budistas y matar a los monjes, cuyas cabezas cortadas insertaron en palos, que a modo de triunfo llevaron hasta el castillo de Shimabara. 

 

En el que fuera dominio de Konishi, ahora entregado a su opositor Kato Kiyomasa, las islas Amakusa, estalló otro alzamiento y los rebeldes derrotaron a las tropas de Miake Tojuro enviadas para sofocar la rebelión. El castillo de Shimabara fue cercado largamente sin éxito, y previendo que el shôgun Iemitsu enviaría un gran ejército, decidieron reparar rápidamente el deteriorado castillo de Hara, que estaba abandonado.

Amakusa Shirô Tokisa (1612-1638), hijo de Masuda Jinbei, entró en el castillo el 3 de diciembre de 1637, reuniendo rápidamente a 37.000 personas, cerca de 13.000 eran mujeres y niños, el resto eran campesinos que sabían manejar las armas de fuego ya que habían aprendido cuando el padre de Katsui planeó atacar Luzón. Pero solo 40 ocupantes del castillo eran samurais, o mejor dicho rônin.

Nabeshima Katsushige (1580-1657) encabezó un ejército de 34.000 hombres que fue enviado por el bakufu y atacó el castillo de Hara, infravalorando el valor de sus ocupantes, que les infringió graves pérdidas por el manejo que supieron hacer de las armas de fuego que incluso mataron al general. La situación se agravó de tal manera que se recurrió a los ejércitos de los daimyos vecinos, reuniendo una tropa de 120.000 soldados armados de arcabuces, además de contar con artillería, siendo en principio incapaces de romper las defensas, recurriendo incluso al uso de espías ninjas. También se recurrió a un barco artillado holandés, que llegado de Hirado bombardeó el castillo, produciéndose la protesta a través de una carta en la que los sitiados acusaban de cobardía al bakufu al contratar a extranjeros para dirimir sus diferencias, procediéndose a retirar a los holandeses del conflicto.

Sin embargo, mediado febrero de 1638, llevaban los sitiados tres meses resistiendo y sus víveres y municiones tocaron a su fin, llegando a salir algunos desesperados a atacar el campamento, siendo asesinados. Matsudaira Nobutsa, el comandante del ejército del bakufu, decidió que se les practicara la autopsia a fin de saber qué estaban comiendo aquellos desesperados, encontrándose sólo hojas y hierbas en sus estómagos. Este hecho hizo que se decidiera el asalto final, empezando el día 28 su ataque el contingente de Nabesima, para el día siguiente el resto de la tropa tomar el castillo de Hara, matando a Shiro Tokisa en combate y degollando con sables a los 37.000 defensores, incluidos samurais, campesinos, mujeres y niños.

El bakufu confiscó el dominio del daimyo tirano Matsukura Katsuie, que, condenado a muerte, fue ejecutado.

 

Una de las consecuencias inmediatas fue el final de la presencia española y portuguesa en Japón. El shogun de Edo ordenó su expulsión de Deshima y el final del comercio, que quedó reservado en exclusiva a los holandeses que nunca mostraron interés en el proselitismo religioso, pero que los Tokugawa decidieron trasladarlos del puerto de Hirado e aislarlos en un islote artificial en forma de abanico, que se había creado en la rada del puerto de Nagasaki entre 1634 y 1635 por un grupo de veinticinco comerciantes portugueses. 

 

Textos y fichas descriptivas: Nicolás Gless

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